Desde este post vamos a resolver las principales dudas que asaltan a aquellos dueños que se encuentran con su gatita embarazada. También vamos a aclarar cuáles son las evidencias más notables del embarazo en una gata.
Un dato fundamental es que el periodo de gestación de las gatas dura aproximadamente nueve semanas, nada que ver con el de los humanos y notaremos cambios físicos ya desde la segunda o tercera semana. Entre los primeros síntomas que se aprecian está el enrojecimiento y agrandamiento de los pezones. Y ya en la semana cuarta notaremos algo hinchado su vientre. También apreciaremos cambios en el carácter de nuestra fiel compañera, ya que le afectarán los cambios hormonales propios de su estado. Es imprevisible cómo evolucionará, tanto podría volverse más cariñosa, como más arisca. Por otro lado, también puede cambiar su apetito, incrementándose en las últimas semanas de gestación.
Si vemos estas evidencias, debemos llevar la gatita al veterinario y de todos modos es más que recomendable acudir al especialista en la quinta semana de gestación, para controlar la correcta evolución de los gatitos. Si en el veterinario nos confirman que nuestra gata está preñada, lo primero es ofrecerle una dieta adecuada a su estado. El veterinario nos orientará en este aspecto y nos indicará si es conveniente ofrecerle algún complemento vitamínico que le aporte el calcio y los minerales necesarios. Además en la última fase de gestación puede llegar a ingerir el doble de alimento del que solía comer. También es fundamental que siempre disponga de agua.
Por otro lado, debemos evitar los movimientos violentos hacia ella, como levantarla, zarandearla o acariciarla de forma brusca. Los juegos y ejercicios que realicemos con ella deberán ser de intensidad moderada. A partir de la séptima semana tampoco es recomendable que salga a la calle.
Hasta ahora los cuidados vienen guiados por la lógica y prácticamente es lo que se recomienda a las mujeres en un embarazo normal. Pero debemos aclarar que la gata, al contrario que la mujer, no tendrá antojos, ni sufrirá náuseas, vómitos o mareos. Así, en la mayoría de las ocasiones las gatas pasan por el embarazo sin tener complicaciones. Eso sí: es necesario acudir una semana antes del parto para desparasitar de lombrices a nuestra gata, de modo que evitemos futuras infecciones.
Aproximadamente hacia la semana siete de gestación nuestra gata comenzará a sentir los movimientos fetales y un par de días antes del parto estará notablemente nerviosa. En torno al día número 61 de gestación comenzará el alumbramiento, hecho que la gata manifestará con lamentos o ronroneos excesivos.
Es recomendable llevar un calendario de la gestación e informar al veterinario de la fecha aproximada del alumbramiento de los gatitos. Desde aquí advertimos que aquellos gatitos que son prematuros (una semana de antelación o más), tienen pocas posibilidades de sobrevivir.
Uno de los rasgos más destacados del parto de una gata es que las crías nacerán a intervalos regulares y que normalmente cada camada suma entre cuatro y cinco gatitos. No debemos olvidar que la madre, para estimular a sus crías, las lamerá una a una y continuadamente, incitándolas así a respirar. También es probable que la gata se coma su placenta, aunque nos parezca algo desagradable. En cuanto salgan los gatitos pueden empezar a mamar, incluso antes de que el resto de sus hermanitos hayan nacido.
Si observamos que la gata está más de una hora en tensión, con lamentos y aún no ha parido la primera cría, es preciso buscar la ayuda de un veterinario. El especialista valorará si las crías están en una posición correcta y si necesita cesárea. Ante cualquier duda siempre es preferible buscar la ayuda de un veterinario.